domingo, 25 de marzo de 2012

Lirio

Había una prima de mi mamá, una mujer de descendencia japonesa, casada con un primo hermano de mi vieja, a la que empezamos aver cuando nos mudamos a Bella Vista. Ella pintaba sumi-é, ahora me acuerdo, ahora me vuelven mis nueve-diez años y mi mamá yendo conmigo a su casa como en secreto, ir a "lo de la Lidia" como quien se escapa de algún lado o hacia algún lado. No sé cuál era el secreto, más allá de que no se llamaba "Lidia" sino Lirio y mi madre dejó de verla un tiempo en que yo dejé de ocuparme de ambas y volvió a verla mucho después para hacer con ella un taller de haiku en Morón. Otro escape de mi mamá, hacia la poesía. Tengo sus papeles de esa época entre sus papeles de muerta que me llevé de su casa.
El año pasado me encontré con una directora jubilada de una de mis exescuelas y me dijo que estaba haciendo un taller de haiku. Le dije de mi mamá que también hacía uno. Era el mismo, Liria (mi propio sincretismo de su nombre) seguía dándolo en Morón.
Hará una semana, diez días, la vi parada en la puerta de su casa por la que paso todos los días porque está a sólo diez cuadras de la mía. Una casa algo abandonada, llena de pastos y ramas crecidas donde no sé si vivió todo este tiempo o ahora ha regresado. Su marido, el primo de mi madre, estaba medio chapa, se lo veía hablando solo por las calles de Bella Vista con una barba blanca crecida hasta la cintura.
Quizás me anime a tocarle el timbre uno de estos días.

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